Opinión
Publicada en El Desconcierto
La defensa principal de Marcela Cubillos ante los públicos cuestionamientos en su contra ha sido el derecho a la libertad de trabajo. Frente a ello, se ha reparado en que dicha institución recibe fondos públicos, elemento relevante del debate público pero que olvida otra arista importante de la discusión: la de los espacios privados.
Cubillos al invocar la libertad de trabajo no lo hace desde el punto de vista de una trabajadora, sino desde el punto de vista de las empresas al momento de contratar: básicamente libertad para hacer lo que quieran, incluyendo pagar sueldos excesivos por razones políticas y no productivas. Así, para Cubillos y su sector, los espacios de trabajo que no son del Estado solo deben responder al interés y arbitrio de sus dueños.
Esta idea, propia de una ortodoxia radical neoliberal, es difícil de sostener en las sociedades actuales. De estos privados y cómo produzcan dependerá si la humanidad logra zafar de la actual emergencia climática; de sus decisiones dependerá cuál será el impacto de la inteligencia artificial y la robótica en el trabajo, si se utilizará para disminuir las jornadas de trabajo manteniendo los salarios o para despedir a millones de trabajadores en favor de la acumulación sin límites.
Y aún más simple y cotidiano, de las decisiones de estos privados depende el día a día de los millones de trabajadoras y trabajadores chilenos, de desarrollar su trabajo en lugares donde existan procesos productivos razonables o donde primen el beneficio a amigos, familiares, en contra incluso de los intereses productivos. Es una experiencia repetida en nuestro país la llegada a la empresa del “hijo del jefe”, cuya falta de competencias la deben pagar los trabajadores y trabajadoras.
A nivel comparado las políticas públicas apuntan justamente a mayores grados de intervención y regulación a los privados. Por el contrario, la pretensión de dejar todo a la “libertad de contratación” ha redundado en que, por ejemplo, Cubillos sea una de las profesoras mejores pagadas del mundo, algo que muy pocos agentes han intentado justificar, sin mucha convicción y sin éxito en la agenda.
El único argumento que queda, entonces, es de la ”libertad”, que en realidad se utiliza como libertinaje y arbitrariedad, bajo el absurdo de que como el espacio es privado se pueden tomar decisiones disparatadas como el sueldo de Cubillos y aún cuando estas vayan contra del interés de estudiantes, trabajadores, usuarios, o de la comunidad.
Frente a ello, entre los mejores mecanismos con que las sociedades modernas cuentan para contrarrestar la arbitrariedad del poder privado están los sindicatos, la negociación colectiva ramal y el derecho a la huelga.
Contrario a lo que se ha intentado instalar en el sentido común, la evidencia muestra que los sindicatos aportan a modernizar y racionalizar los procesos productivos, al entregarle poder a los trabajadores y trabajadoras para generar un contrapeso al poder absoluto del privado mediante su organización, su capacidad de negociar y de utilizar la huelga como mecanismo de presión.
Porque aunque Cubillos y sus secuaces repitan el mantra ultraradical de que ‘el mercado se regula solo‘, los 17 millones de Cubillos y lo que viven en sus trabajos millones de chilenos a diario muestran lo contrario. Entreguemos herramientas a los trabajadores y trabajadoras para frenar la arbitrariedad y los abusos.
Por Axel Gottschalk – Ignacio Novoa, abogados y socios fundadores de la Fundación Defensoría Popular de las y los Trabajadores.