Declaración Pública
La Defensoría Popular de las y los Trabajadores, en el marco de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, declara:
Vaya nuestro abrazo, saludo y admiración profunda a las y los sobrevivientes, a las y los familiares, y a las organizaciones de Derechos Humanos por su lucha incansable, que en muchos casos comenzó el mismo 11 de septiembre de 1973 y que en estos 50 años no ha cesado en una búsqueda inclaudicable por verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. Nuestro homenaje a las mujeres y a los hombres que desde sus trayectorias vitales han luchado contra el olvido que se busca imponer desde el poder y que, con ello, han mantenido viva la memoria de nuestro pueblo.
Repudiamos y condenamos tajamente el negacionismo que algunos sectores de la derecha chilena han tratado de instalar: pese a cubrirse con ropajes democráticos durante las últimas decadas, hoy demuestran sus creencias más hondas desde las cuales justifican el terrorismo de Estado cuando se trata de defender sus privilegios. Lamentamos que sectores autodenominados “progresistas” abonen desde su relativismo a las ideas negacionistas, intentando sostener la absurda separación entre el Golpe de Estado y las violaciones a los Derechos Humanos, que no son sino la misma cosa.
El Presidente Salvador Allende es la expresión y el punto culmine de un proceso de organización y acumulación de fuerzas que transcurrió durante décadas, anclado y con centralidad en la clase trabajadora. Proceso que tomó un cauce institucional y electoral a partir del triunfo del 4 de septiembre de 1970, y que fue refrendado en cada elección hasta el 4 de septiembre de 1973. Periodo histórico que fue interrumpido por una oposición que optó por la sedición, el sabotaje y el terrorismo de Estado, amparados por la intervención estadounidense en la región que luego respaldaría el Plan Cóndor, al no contar con el respaldo popular que le permitiera generar una mayoría electoral para la destitución del Presidente utilizando los mecanismos ya consagrados en la Constitución de 1925.
El Golpe de Estado, como proceso y como hito, constituyó un atentado al más básico de los derechos humanos: la autodeterminación de los pueblos. Para las y los trabajadores y para el movimiento sindical, el Golpe detuvo, con sangre y fuego, un camino histórico de desarrollo político y social de la clase trabajadora chilena, que se había convertido en conductora y cabeza de un proceso de modernización y cambio productivo del país. A nivel laboral, el Golpe frenó en seco el desarrollo de la negociación colectiva ramal mediante los tarifados, justo en el momento en que la huelga había sido reconocida como un derecho en el texto de la Constitución por primera vez en la historia de Chile.
Lo que vino luego del Golpe para las organizaciones de trabajadoras y trabajadores fue la persecución y el aniquilamiento. Un verdadero genonicidio sindical. Todo este horror con el propósito de derribar las conquistas alcanzadas durante décadas por las y los trabajadores y reemplazarlas por el Plan Laboral, una auténtica mordaza del poder sindical y que sigue vigente hasta el día de hoy, y por el sistema de AFP que drena los ahorros previsionales de las y los trabajadores, para pasarlos a un mercado de capitales que genera utilidades multimillonarias mientras se pagan pensiones de miseria. Los años de democracia han mantenido inalterable el modelo de relaciones laborales que instaló la Dictadura y el sistema de AFP.
Reflexionando sobre nuestra historia y estos 50 años transcurridos, hoy más que nunca sostenemos la esperanza plena de que, tarde o temprano, el movimiento sindical recuperará su papel histórico en el centro de las transformaciones necesarias para que nuestro pueblo viva con dignidad. Por ese proyecto trabajamos cada día junto a trabajadores, trabajadoras, dirigentas y dirigentes sindicales, organizaciones sindicales de todo el país, y seguiremos haciéndolo hasta que la dignidad se haga costumbre.
Viva Chile, viva el pueblo, vivan las y los trabajadores.